¡Bienvenidos, lectores y lectoras de Hanami Dango! Hoy os traemos un post algo diferente, una disertación por los caminos literarios que nos deja One Piece, sobre todo, este post podrá parecer lleno de tristeza, pero es justo lo contrario, una alabanza a la vida y una elegía a aquellos que nos dejaron prematuramente.

Este post contiene spoilers de One Piece. Si no has terminado el arco de Water 7- Enies Lobby, te recomendamos hacerlo antes de leer el análisis.

Aquí Luque, me van a permitir entonar la primera persona durante casi todo el escrito; porque este post no se entiende sin que yo sea, o fuese, jugador de balonmano, filólogo o mago, pero, sobre todo, no se entiende sin el manotazo que la vida decidió darles a un grupo de chavales hace ya más de doce años: la pérdida prematura de su compañero de equipo, de su amigo de la infancia, de un hermano, de un hijo. Aquel fin de semana, tendríamos que haber jugado un partido que se aplazó un año entero.

Una pizca de realismo mágico en un mar ficcional

No, One Piece no es una obra cuya estructura se fundamenta en el movimiento literario latinoamericano, también conocido como Macondismo. Pero poner en duda los conocimientos literarios de Eiichiro Oda, y de su equipo, sería hacernos un flaco favor y querer autoengañarnos. Oda conoce el realismo mágico, seguramente conozca o haya leído Cien años de soledad, pero, si no fuese así, tampoco podemos descartar que la influencia le fuese transmitida mediante autores japoneses que sí han sido influidos por el movimiento que se inicia en América del Sur, y que han podido hacer y ser intermediarios entre ambos mundos: Kōbō Abe es un ejemplo de ello, junto a otros muchos autores.

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Rumbo a Skypiea

La diferencia entre la literatura fantástica y el realismo mágico nos la explica fácilmente J.M. Camacho Delgado: «en la literatura fantástica, el narrador puede situar la acción, el tiempo o los personajes en una dimensión contraria a la lógica del mundo racional. […] No [hay] límites para clausurar las leyes del orden natural en favor de todo tipo de prodigios, milagros y elementos sobrenaturales» (20); esto sería toda la construcción del mundo de One Piece, con su razas, haki o frutas del diablo.

Por otro lado, «en el realismo mágico, el prodigio, el milagro, lo extraño y lo anormal, está dentro y sujeto a las leyes del mundo, aunque su propia existencia nos causa sorpresa. En vez de presentar la magia como si fuera real, el narrador nos presenta la realidad como si fuera mágica […]. En definitiva, la realidad que se presenta no es más que una realidad donde los arquetipos míticos conviven con los aspectos profanos de la vida cotidiana» (Camacho, 20). Y esto, como no puede ser de otra forma, comienza en Skypiea.

Es decir, todo el mundo presentado por Oda es ficción, es fantasía, pues sus reglas exceden, y por mucho, las de nuestro mundo, con el que puede haber similitudes (pero no se van a hacer spoilers aquí de la trama actual del manga), y sin lugar a dudas, estas existen. Dentro de esa amalgama que es el mundo en el que transcurren las aventuras de los Sombrero de Paja se presenta una serie de elementos que, siguiendo las propias leyes del mundo fantástico (y siendo real dentro de esa ficción) nos causa extrañamiento, el primero de ellos tiene relación con un arquetipo mítico: el Klabautermann del Going Merry.  

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Los Mugiwara llegan a Skypiea

El Klabautermann es un personaje de la mitología europea que ayuda a los marineros y que en la obra de Oda encarna el alma del barco, apareciendo con una capucha y un martillo para reparar el barco, que ha quedado muy dañado tras la travesía hasta la isla del cielo, por lo tanto, «es un suceso real que produce la sensación de irrealidad» (Imbert, 1991); además conoceremos más tarde que estos solo se manifiestan cuando el barco ha recibido mucho amor y cuidados, como es el caso del barco de Luffy y compañía.

Otra de las características clave del realismo mágico, muy entroncado con la isla del cielo, es «la búsqueda de la tierra prometida», elemento que se introduce aquí a la perfección, pues al fin y al cabo, tanto la isla final de la aventura, pero, sobre todo, como Skypiea en este arco son presentadas como tales, siendo esta última inexistente para algunos y para muchos una mentira de Mont Blanc Noland, la cual le costó la vida y la vergüenza a toda su descendencia. Una mentira que solo aquellos capaces de atravesar las fronteras de la realidad impuesta pueden traspasar.

Por lo tanto, el escenario donde se presenta el elemento más mágico-realista de la serie —la materialización del alma del Going Merry es uno de los más propicios para que este se dé, por su pertenencia al mismo ámbito mítico de la tierra prometida. Pero bajemos, descendamos a lomos de la carabela de los Mugiwara hasta llegar a Water 7, ciudad inundada de agua y, justo por esto, hogar de los mejores constructores de barcos, adentrémonos en por qué la pérdida de un compañero de viaje se presenta como un elemento propio del realismo mágico.

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El Klabautermann como elemento mítico

La muerte prematura trasciende cualquier lógica establecida, por irreal que parezca o fantástica que sea

Los trabajadores de Galley-La Company afirman que el Going Merry no tiene salvación, pues su corazón —su quilla—, aquello que hace posible que el barco surque los mares, no se puede arreglar. Entonces, «un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida» golpea a los Sombrero de Paja, que no quieren aceptar la realidad: su barquito, cargado de mandarinas, sueños y arreglos chapuceros, ya no puede llevarles más lejos, asistimos, por tanto, a la crónica de una muerte anunciada. Su viaje acaba antes. Es un compañero al que tienen que abandonar. Es un compañero que les tiene que dejar, porque ya no es capaz de navegar. Es un compañero del que se tienen que despedir de manera prematura.

Ante este dolor, se separan de él, dejándolo en Water 7, dirigiéndose a Enies Lobby a declararle la guerra al Gobierno Mundial para salvar a Nico Robin a lomos del Rocketman. Mientras eso sucede, en la isla está produciéndose un fenómeno meteorológico que ocurre una vez al año: el Aqua Laguna, un tsunami de titánicas proporciones inunda la ciudad, lo que hace que el Going Merry acabe en una playa que hace las veces de basurero: su final está cerca.

Se encontraba por la zona el alcalde de la ciudad, y presidente de Galley-La, Iceburg, discípulo junto a Franky de Tom, el carpintero que construyó el Oro Jackson, el barco del Rey de los Piratas. Este escucha unos golpes de martillo y al girarse comprueba que vienen del barco de los Mugiwara, entonces, una voz infantil procedente del Going Merry le habla: «quiero navegar, ¡quiero navegar una última vez!». Ante esa petición, Iceburg hace lo que puede y lo intenta arreglar, hasta que unos ciudadanos lo advierten de que viene otra gran ola, momento en el que le da la espalda al barco y este le dice: «Gracias».

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Iceburg frente al Going Merry antes de darle su último arreglo

Son las propias olas las que se lo llevan de vuelta al mar, y nos encontramos ante otro hecho que se escapa de los límites ficcionales y solo puede ser explicado a través del mito, presentando lo inverosímil como verosímil, de esta manera: «en el ensamblaje literario del realismo mágico opera un sustrato mítico que confiere un valor genérico a la trama argumental» (Camacho, 23), es decir, para que lo que está ocurriendo tenga explicación hay que recurrir al mito, que en este caso sirve de enlace entre la realidad que viven los personajes y lo que ocurre que trasciende los límites de dicho mundo fantástico.

Así, el Going Merry llega justo a tiempo a salvar a sus compañeros tras la agotadora batalla con el CP9, todos saltan a su cubierta mientras este les dice: «¡Vámonos, chicos!… ¡Volvamos al mar lleno de aventuras!». En su travesía, la tripulación se encuentra con un barco en el que van Iceburg y sus trabajadores, tras lo cual el Merry se parte por la mitad. Luffy les pide que lo arreglen y el presidente de Galley-La le dice que ya hizo cuanto podía, refiriéndose a lo contado anteriormente, y les pide un favor: «dejen que descanse en paz» y le dan un funeral vikingo, quemándolo en el mar.

Es la despedida de un compañero, uno que se disculpa por no poder seguir: «Lo siento… me habría gustado llevaros a todos un poco más. Lo siento… me habría gustado siempre tener aventuras con vosotros. Pero yo… he sido muy feliz… siempre me habéis tratado muy bien… Muchas gracias. Yo… ¡Siempre he sido muy feliz! ¡Gracias a todos vosotros!».

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Funeral del Going Merry

Oda no utiliza una narrativa habitual a la serie porque le apetece, lo hace porque el acontecimiento que va a ocurrir —una muerte prematura— trasciende los límites de lo imaginable en cualquier realidad, por fantástica que sea, es otra ocasión más donde «temprano levantó la muerte el vuelo». Es un suceso incomprensible e irracional, y que no puede explicarse ni en la fantasía, pues nadie debería escuchar los quejíos de una madre ni ver las lágrimas en los compañeros aún pueriles; y esa es la razón que excusa la aparición del mito: justificar lo injustificable. No que un personaje mítico arregle un barco, no que ese barco llegue hasta donde están los compañeros; lo que justifica el cambio de la narrativa es la pérdida temprana del compañero, del amigo del alma; el resto es el medio para expresar esta pérdida.

Como dije, este no iba a ser un post triste, era una elegía a la vida: nosotros jugamos aquel partido al año siguiente contra un equipo de Cádiz, jugadores con los que a día de hoy tenemos una conexión especial y preciosa. Seguid surcando el mar, seguid andando, por injustificables y dolorosas que sean las pérdidas, es lo único que honra a las personas que quisieran seguir a nuestro lado pero ya no pueden. Solo queda en nosotros su recuerdo y en él viven. Vivan, por ustedes mismos y por aquellos que no pudieron, valdrá la pena.

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Sobre la tarea del filólogo y el reaccionarismo a las obras populares

Me van a permitir unas últimas palabras en relación a este escrito. Este post se puede alargar mucho más, One Piece muestra más concomitancias con el realismo mágico que el desarrollo de un aspecto mítico, como lo son la concepción del paso del tiempo que no es lineal sino circular, el carácter insular o los presagios de la destrucción del mundo. Quedará para un siguiente post, quién sabe cuándo.

Con frecuencia suelo referirme, y aquí lo he hecho en varias ocasiones, a One Piece, Naruto y Berserk (a las que podríamos añadir, con facilidad Fullmetal Alchemist y Ataque a los Titanes) como obras de literatura de un nivel altísimo, merecidas de entrar en lo más alto del canon literario universal. Son muchas las razones, no voy a justificarme ahora. Pero al mencionarlas hay quienes esbozan una sonrisa pedante que muestra su incapacidad de análisis literario.

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El Going Meey llega a Enies Lobby a recoger a su tripulación

Esto puede darse por dos razones: la primera, es una persona muy leída y duda que unos dibujitos puedan alcanzar el nivel de obras canónicas de la literatura universal. En este caso la solución es sencilla, si lo lee, comprenderá fácilmente que lo son. La segunda es más preocupante: suelen ser personas que han visto mucho anime o leído mucho manga y las desprecian porque son muy populares, encuentran la belleza en obras con una popularidad menor porque lo sienten como exclusivo, como algo suyo, y aquí, aparentemente, no hay problema, cada uno con sus gustos. 

Pero sí lo hay: no se puede mezclar los gustos con la calidad. Esta última es incuestionable y la popularidad de una obra afecta más bien poco: al contrario, no olvidemos que en muchas ocasiones el pueblo es el que ha hecho famosos a sus escritores: Lope de Vega, Cervantes o Wilde, entre los que podemos incluir a autores de folletín o novela por entregas, cuyo formato se asemeja bastante a la publicación del manga.

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Últimas palabras del Going Merry

Entra aquí la labor del filólogo o del crítico literario. Está fenomenal, y es obligatorio, conocer las obras clásicas y cumbres de nuestra globalizada cultura, pero ya sabemos que el Quijote, Sartoris, Los trabajos y las noches o Violín y otras cuestiones son obras de una magnitud altísima. Pero el filólogo tiene una función social, más allá de explicar estas obras ya célebres: encontrar las nuevas obras que son dignas de elevarse al escalafón de clásicas y justificarlas, es decir, explicarlas —que no interpretarlas (Eagleton, 2013)— desde su conocimiento académico, sea adquirido o no mediante una educación reglada.

Además, el filólogo suele tener una ocupación muy habitual en la sociedad: ser profesor de lengua y literatura, española o extranjera. Y ahí entra una labor, y un trabajo en el sentido más estricto de la palabra, precioso y necesario: acercar a los alumnos estas obras, porque, queridos lectores, estamos ante grandes obras de la literatura universal. Y ojo, no hay que introducirlas sin más, hay que utilizarlas como un recurso que puede acercarlos a obras clásicas, a través del hilazón que enlaza toda la  historia de la literatura con herramientas como la intertextualidad como dijimos aquí o el análisis de sus características formales, como se ha hecho en este post.

Solo así, mediante el estudio y la justificación de la calidad de una obra estableciendo comparaciones con otras tendencias literarias y explicaciones de las cuestiones formales elegidas, se sobrepasará la barrera del gusto postmodernista (por mucho que odie esta palabra, me toca utilizarla) y se podrán contemplar las obras como dignas de ser estudiadas y de entrar o ascender en el canon.

Yo veré a mi amigo que se me marchó antes de tiempo cada vez que vea el funeral del Going Merry y celebraré seguir vivo, estoy seguro de que fue muy feliz, igual que la carabela de los Mugiwara, de acompañarnos tanto tiempo y ojalá hubiese sido más. Solo me queda una cosa por decir, antes de dar paso a la despedida: «el One Piece existe».

Y hasta aquí, recupero el plural para desearos que os haya gustado este post que se sale un poco de lo habitual. ¿Qué os ha parecido? ¿Os gustarían más publicaciones de este tipo? Os leemos en comentarios y por Twitter. Podéis seguirnos en TwitterInstagram, Twitch o en nuestro canal de Discord. ¡Nos leemos en la próxima!

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