Corría el año 2001 cuando estaba comenzando una nueva década, un nuevo siglo, un nuevo milenio. Una nueva generación de series que, aún a día de hoy, se siguen recordando con mucho cariño, tales como Noir, Shaman King, Fruits Basket o, incluso, Digimon Tamers, la tercera temporada de una de las franquicias más exitosas del momento. Entre todas esas estaba Figure 17, una obra que se quedó escondida, probablemente opacada por la grandísima notoriedad del resto, pero cuya calidad no tenía nada que envidiar.
La historia nos presenta a Tsubasa Shiina, una niña de unos apenas nueve años de edad que, tras el fallecimiento de su madre, se muda de Tokio a un remoto pueblo de la isla de Hokkaido para cumplir el sueño de su padre: ser panadero. Para Tsubasa es, sin duda alguna, el peor momento de su vida hasta la fecha: acaba de perder a su madre, debe despedirse de Tomo, su mejor amiga, y encima debe empezar en un nuevo colegio donde no conoce a nadie. Siendo una niña bastante introvertida, hacer amigos es misión imposible para ella. Desde que llega a ese pequeño pueblo, su única compañía es un perro. Apenas ve a su padre y no consigue adaptarse a su nueva clase.
Pero su vida cambió la noche en que vio caer una especie de meteorito cerca de su casa. Siguiendo a su asustado perro, llegó al lugar del impacto y allí se encontró una nave espacial de la que salieron dos cosas: una especie de extraterrestre antropomórfico y un monstruo con un ojo gigante, una boca larguísima y tentáculos bastante agresivos. Durante la lucha entre el extraterrestre y el monstruo, Tsubasa encontró un tubo con un metal dentro que la hizo transformarse en una especie de guerrera alienígena (sí, como si fuera una chica mágica), pudiendo así derrotar al monstruo. Al volver a la normalidad, y para su sorpresa, apareció a su lado una niña idéntica a ella, que resultó ser aquel metal que se encontraba en el tubo. A partir de ese momento, deberán luchar juntas para acabar con los maguar, monstruos venidos del espacio que quieren hacerse con la Tierra.

A lo largo de los 13 episodios de, ojo, 46 minutos cada uno que tiene esta serie, se nos presentará una dualidad de lo más interesante: una parte de slice of life y drama centrada en la vida de Tsubasa y Hikaru (el nombre de la chica metal, para que nos entendamos): su día a día en el colegio, la relación entre ambas y, sobre todo, el desarrollo personal de nuestra joven protagonista con todos los retos que ha de pasar; y otra parte de ciencia ficción y acción centrada en los maguar, esos monstruos del espacio tan peligrosos y con una capacidad de supervivencia y adaptación al medio absolutamente impresionantes. Podríamos decir que Non Non Biyori se ha fusionado con Evangelion para darle vida a esto.
Si nos centramos en el aspecto más dramático de esta obra, nos encontraremos con una auténtica joyita. Figure 17 empieza, como hemos comentado anteriormente, con uno de los momentos más duros en la vida de toda persona: la muerte de su madre. Un hecho que marca un antes y un después en alguien, especialmente a una edad tan temprana. Y, para colmo, se va a vivir a un sitio que no conoce, despidiéndose de su mejor amiga, y sin la posibilidad de hacer nuevos amigos. Gracias a la aparición de Hikaru, quien es mucho más extrovertida, Tsubasa logra abrirse más a los demás, hacer sus primeros amigos, integrarse en su clase… Aprende sobre sus emociones, sobre las relaciones sociales, sobre lo que le hace feliz. Aprende a ponerse retos, a superar sus inseguridades, a confiar en los demás y, sobre todo, en sí misma.
Esta serie es un auténtico viaje sobre el miedo a la soledad, la gestión emocional de un duelo, el descubrimiento personal, la madurez y el aprender a quererse y a valorarse a uno mismo. Si buscaras por Internet «cómo hacer un buen desarrollo de personajes», te debería salir este anime como portada. Es sencillamente sublime la manera en que te atrapa y te hace conectar con sus emociones: la alegría, la tristeza, el miedo, la inseguridad, el valor… Simplemente, chapó.

En cuanto al apartado audiovisual, hay dos cosas importantes a tener en cuenta: primero, este anime corrió a cargo del estudio OLM, históricamente muy conocido por haber hecho todas las series y películas de la famosísima Pokémon, y que en la actualidad está detrás de auténticas maravillas como Los diarios de la boticaria, Komi-san no puede comunicarse y Summer Time Render. Y segundo, y como ya mencionamos previamente, consta de 13 episodios de 46 minutos que, además, se emitieron de manera mensual; es decir, tuvo un año completo de emisión entre mayo de 2001 y mayo de 2002, dándole muchísimo más tiempo al equipo para poder sacarla adelante. Y hemos de decir que se nota, y mucho.

El nivel de detalle en cada escena es una preciosidad. No hay un plano mal dibujado, ni una cara amorfa, un ojo más arriba de otro… Nada. Llevamos mucho tiempo consumiendo anime de todo tipo y pocas veces nos hemos encontrado con un trabajo tan impoluto en este sentido. Incluso los combates, aunque no sean tan espectaculares como los del shounen del momento, llevan un trabajo detrás brutal, tanto por la fantástica animación como por la banda sonora. Banda sonora que consigue pasar de una gran potencia en las batallas contra los maguar a la más absoluta belleza de la cotidianidad.
Es posible que haya gente que no pueda disfrutar tanto de esta obra como lo he hecho yo, ya sea porque no conectan con los sentimientos de los personajes o porque encuentren aburrida su parte más costumbrista, pero os aseguramos que es de esas joyitas ocultas que han quedado tristemente en el olvido y os animo muchísimo a la que deis una oportunidad, puesto que siento que vale realmente la pena.