¡Bienvenidos, lectores y lectoras de Hanami Dango! Hoy os traemos la recomendación de Gachiakuta, la nueva obra que trae al mercado español Norma Editorial de la autora Kei Urana, que promete ser una historia tan rompedora como lo está siendo en Japón.
Título: Gachiakuta
Autora: Kei Urana
Traducción: Emilio Ros Casas
Editorial: Norma Editorial
Género: acción, fantasía, crítica social
Páginas: 188 + 4 a color
Número de tomos: 2 (serie abierta)
Precio: 9,00€
¡Este post contiene spoilers del primer tomo de Gachiakuta!
Cuando el hiphop se vuelve manga
La cultura hiphop marcó de manera férrea a los niños y niñas de finales del siglo pasado. Este movimiento engloba otros como el rap, el grafitti o el break dance; esta cultura nace de la necesidad de los excluidos de las sociedad de expresarse, de demostrar que existían y que sus vidas tenían el mismo valor que las vidas de los blancos que residían en buenos barrios de Estados Unidos.
Es por esta razón que no nos extraña ver que en Gachiakuta esta cultura reluzca de la mejor manera posible; después de todo, su autora, Kei Urana, tuvo una infancia y adolescencia muy marcada por la influencia del hiphop, y así lo deja ver en su obra.
La trama
La historia comienza con Rudo, nuestro despeinado protagonista, haciendo algún que otro robo en grandes vertederos, mientras los vigilantes lo buscan por reincidente, y él se queja de que los habitantes de la ciudad tiran todas sus posesiones cuando aún son útiles.
En ese momento, pillan a Rudo y se ve obligado a escapar, acción que logra con éxito, llevándose consigo un peluche que después regalará a Chiwa, su amiga de la infancia de la cual está enamorada, pero no es capaz de dárselo.
Su figura paterna, Legto, puesto que su padre fue condenado al Abismo por haber cometido asesinato, le anima a declararse a Chiwa, y Rudo va corriendo a buscarla y le regala el peluche, el cual acepta con mucha alegría. Ante esta inesperada situación, Rudo, que pensaba que iba a ser rechazado, sale corriendo para contárselo a Legto, pero cuando llega a su casa, Legto está ensangrentado en el suelo.
Con su último aliento, Legto le dice a Rudo que huya, pero en lugar de hacer eso, se acerca a él intentado buscar una manera de salvarle la vida. En ese momento, llega la policía y declaran como culpable a Rudo, por estar lleno de la sangre del asesinado. Como resultado, es condenado al Abismo, teniendo el mismo final que su padre.
Antes de ser arrojado al Abismo, nuestro protagonista jura vengarse de esta injusticia mientras cae por el gran agujero negro mientras los ciudadanos, incluida Chiwa, gritan y piensan que es un asesino.
Rudo, que ya da su vida por perdida, se despierta en una especie de basurero gigantesco, en el que pronto le empezarán a perseguir varias bestias creadas a partir de la basura. Su acto reflejo es coger la basura del suelo y enfrentarse a ellas, escena de la cual sale victorioso, mientras una desconocida figura observa la pelea entre Rudo y las bestias.
Cuando ya Rudo no puede más y ha derrotado a la última bestia, esta figura se le acerca y le protege de todos los restos que están volando por el aire y que le pueden caer por encima. Es en este momento cuando empieza un mar de preguntas por parte de Rudo a esta desconocida persona, que pronto se descubrirá como Enjin.
Entonces, Enjin le dice a Rudo que se calle y que toda la basura que hay en ese lugar pertenece a los «altivanos» (refiriéndose a las personas que viven en la parte superior del Abismo, ya sean en la ciudad o en los barrios periféricos).
En ese momento, por el jaleo que están montando los dos personajes, la bestia que Rudo supuestamente había vencido se vuelve a activar y va en busca de ellos. Enjin activa su paraguas y este cambia de forma, pasa de ser uno normal y corriente a uno con cuchillas y giratorio, con el que fulmina a la bestia. Tras eso, se presenta como un Limpiador.
Después de esto, se produce un pequeño flashblack donde Legto, quien le regaló sus característicos guantes, cuenta a Rudo que si los cuida con esmero, igual que cualquier otro objeto, algún día albergarán un alma.
Mientras tanto, en el presente, Rudo está atado a una cadena y es llevado por Enjin por un camino, mientras no deja de gritar cosas como «voy a volver a la superficie», «explícame qué fue lo de antes» y «suéltame». A esta última petición, Enjin le presta atención y lo suelta, pero lo hace delante de unos vendedores de órganos.
Estos vendedores de órganos encadenan rápidamente a Rudo en un camión al darse cuenta de que se trata de una persona altivana, refiriendo que en Sotomundo (es decir, el mundo que hay bajo el Abismo) dan mucho dinero por ellos. En ese momento, Rudo enfurece y parece activar las cadenas que lo atan de la misma manera que Enjin activó su paraguas, dándole una paliza a estos maleantes.
Mientras tanto, Enjin observa la escena que él mismo había provocado con el objetivo de hacer enfurecer a Rudo y explica que «quien es capaz de imbuir un objeto de vida y extraer todo su poder es un Giver». En ese momento, los maleantes van con todo contra Rudo y este agarra una rueda y también la transforma.
Pasado todo este momento traumático para Rudo y después de una buena visita médica, Enjin le explica a Rudo cómo funciona su poder y le dice que sus guantes son sus mayores aliados, que cuando un objeto es cuidado con el corazón y el espíritu se acaba convirtiendo en una «receptánima» y estas son las únicas armas capaces de derrotar a las bestias «polutas».
Por ello, le explica que tiene la capacidad de dar vida a sus guantes, es decir, que es un Giver, y le anima (más bien casi le obliga) a unirse a los Limpiadores, que son los encargados de eliminar a las bestias polutas.
Por último, Enjin le confiesa que no tiene ni idea de cómo volver a subir por el Abismo, pero que quizá su jefe sí que tenga alguna idea. De esta manera, motiva a Rudo a que se una a los Limpiadores.
Cuando la estructura condiciona la superestructura
Vamos a englobar bajo este apartado todo lo perteneciente a el aspecto artístico y narrativo del primer tomo de Gachiakuta. Como ya es conocido, toda estructura económica condiciona las creaciones que se dan en la superestructura cultural.
Desde este punto de vista, Gachiakuta es doblemente un producto del capitalismo tardío: así lo refleja desde la primera página en su arte y su historia la diferencia entre ricos y pobres, y los más pobres todavía (habitantes de Sotomundo), pues viven de la basura de los altivanos.
Respecto al arte de Kei Urana, pocas quejas se pueden presentar. No se nos ocurre mejor forma de narrar visualmente la historia de un chico pobre que es expulsado hacia un mundo todavía más pobre que a través de un arte tan urbano.
Por supuesto, notamos influencias de su etapa como asistente de Atsushi Ōkubo (autor de Soul Eater y Fire Force), pero se aleja de la comedia que suele haber en sus obras para presentar un mundo más triste y lúgubre.
También tenemos que destacar el trabajo del graffiti de este tomo, que fluye de los botes de spray de Hideyoshi Andou y que termina de caracterizar a la obra con ese toque social y gamberro que tanto le caracteriza.
La historia, aún siendo interesantísima, creemos que gana más en tomos como este, en los que se detiene en enseñar el mundo como es. En él podemos ver las diferencias que hay entre los estratos, como en los barrios ricos, donde la arquitectura es cuadrada y todas las calles están ordenadas, la ropa siempre limpia y las sonrisas son falsas.
Mientras que en los barrios pobres, la arquitectura es raquítica y nada tiene orden. Además, ahí se encuentra el Abismo, claramente señalando que son ellos los que tienen más fácil el caer por él que los ricos. En cuanto a su vestimenta, sus ropas se ven gastadas y sus sentimientos son más puros que los de los habitantes de la ciudad.
Esto se agrava aún más si entramos en Sotomundo, donde todo está hecho de basura, los colores son todos más oscuros, las zonas habitables están hechas unas sobre otras (como se verá en los tomos siguientes) y los graffitis son más que habituales en esta zona del mundo de Gachiakuta.
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