¡Bienvenidos de vuelta a la clínica Hanami Dango, queridos pacientes! Hoy regresamos con una nueva dosis de Give my regards to Black Jack de manos de la farmacéutica SEKAI Editorial. Recientemente se publicó en España el tercer tomo de este manga y no nos podemos resistir a la historia del doctor Saito sobreviviendo a las penurias del sistema sanitario japonés.
Aviso: Como se puede apreciar en el título, este post es una reseña del tercer volumen de este manga, por lo que habrá spoilers de la obra. Si todavía no le habéis dado una oportunidad, tenemos en la web una recomendación de los dos primeros tomos que seguro os convencerán de leerlo.
El volumen empieza con Saito regresando a sus labores de médico interno en el servicio de medicina interna. Inmediatamente descubrimos que la operación del señor Miyamura (el eje central del segundo volumen) ocurrió durante unos días libres que se pidió el propio Saito. Todo parece ir bien de primeras pero no tardamos mucho en ver, de forma bastante cómica, que nadie parece olvidar sus críticas hacia el catedrático.

A partir de este punto, en el tomo se nos presentan dos arcos argumentales. Ambos representan sendos temas en los que tanto se quiere centrar el manga: la corrupción de la sanidad japonesa y el significado de ser médico.
Siguiendo el orden del volumen 3 de Give my regards to Black Jack, nos encontramos con la ya comentada recepción completamente hostil hacia Saito en el hospital de la Universidad Eiroku. Como bien le comenta la enfermera Akagi, puede ser que le haya permitido seguir en su posición, pero el verdadero objetivo del status quo del hospital es arruinar su carrera profesional a medio-largo plazo.
El catedrático le deja claro que, desde su punto de vista, las investigaciones que él realiza son para salvar a multitud de personas, mientras que Saito solo va a poder salvar a los pacientes que pueda recibir. En pocas palabras, le deja en claro que esa voluntad que desprende el protagonista por volverse un gran médico será inútil si no puede ejercer su profesión. Esto es un hecho que podemos ver de forma casi instantánea inmediata. El hospital privado en el que Saito atendía emergencias ha recibido una llamada de la Eiroku para que no le dejen trabajar allí si quieren seguir usando más internos de la universidad.

También se refleja un cierto clasismo entre los propios médicos interinos, quienes desprecian y se burlan de Saito por cómo tiene que subsistir económicamente. Aquí se entrecruza la historia de Hisayoshi Michiba, un interno en el Hospital Eiroku, pero que no fue estudiante de la universidad homónima. Su situación hace que se le ningunee a nivel institucional, hasta el punto de casi no poder realizar labores médicas, sin contar las burlas que también sufría.
Es una pena que, con la presentación tan dramática que sufre, el personaje de Michiba se diluya tanto en su propia subtrama. Sus problemas parecen ser más un añadido para ver el efecto de cómo Saito supera los suyos. Además, cuando parece que el manga se va a centrar en él, realmente se hace foco en su padre, un doctor de clínica que representa una de las varias vertientes del tipo de doctor que aspira a ser nuestro protagonista. Esperamos que, viendo que Michiba decide no renunciar a su trabajo en el hospital, podamos volver a encontrárnoslo en un futuro con un mejor desarrollo del propio personaje.

Superada esta primera mitad del tomo 3 de Give my regards to Black Jack, Saito pasa a un nuevo departamento en su rotación de interno, aunque la cosa no iba a ser tan sencilla. Al principio, se nos dejó claro que sus actos tendrían consecuencias, y así es. El departamento de cirugía se niega a aceptarlo por su buena relación con el catedrático. Finalmente se le asigna al servicio de neonatología, un departamento que tiene problemas para conseguir más médicos para sus filas.
¿Por qué no consiguen médicos en la UCIN (Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales)? Pues por la dificultad que implican los cuidados detallados y controlados al milímetro, lo que lleva a que la mayoría de los internos opten por servicios más fáciles de realizar. A Saito no parece imponerle demasiado esta situación más allá de la sorpresa inicial, pero lo realmente duro de ese trabajo es el aspecto emocional.
El volumen 3 de Give my regards to Black Jack intenta destrozar nuestros corazones con la historia del matrimonio Tanabe. La esposa ha dado a luz a un par de gemelos de forma prematura y el **** del marido reniega completamente de sus hijos ante las altas posibilidades de que un bebé prematuro sufra alguna discapacidad. Ella también tiene dudas al respecto, pero es incapaz de renegar de sus hijos.

Saito, fascinado por la capacidad de supervivencia de los bebés, intenta intervenir con los padres para que acepten a sus vástagos. Sus intenciones, aunque buenas, solo acaban por mostrar su todavía inexperiencia en el trato con los pacientes, ya que no es capaz de comprender lo que puede pasar por sus cabezas. Es ahora cuando descubrimos que el matrimonio había pasado varios años intentando tener hijos sin éxito, teniendo que recurrir múltiples veces a la fecundación in vitro. Su situación los hizo sentir como víctimas de una injusticia de la naturaleza, por lo que estaban bastante felices al saber que por fin serían padres.
Dudamos un poco que este flashback termine de justificar el comportamiento del padre, quien incluso llega a pedir al hospital que los deje morir. Aun así, esto ayuda al manga a plasmar el cómo las cosas nunca son tan sencillas como uno pueda pensar. Dicha situación consigue dar también un mayor peso dramático al final del tomo, donde se nos revela que uno de los dos niños ha sido diagnosticado con Síndrome de Down.

Este tomo 3 de Give my regards to Black Jack es uno en el que la obra sigue buscando afianzar sus bases, tanto para lo bueno como para lo (no tan) malo. Sus temas siguen retumbando en el lector de la manera adecuada, con la supervivencia del protagonista en un ambiente hostil y enfrentando los conflictos que debe asumir en su labor de médico. La pega que le podemos sacar a esto es que se apoya en repetir lo que ya le ha servido antes.
Es irremediable una ligera repetición debido a que, en su período de médico interno, ha de rotar entre distintos servicios del hospital, lo que implica algunos patrones comunes, pero eso tampoco es excusa. No puede ser que de cada dos médicos que se cruza Saito, uno sea un perro fiel al sistema y el otro un médico poco común que le da un gran valor a su trabajo. Tampoco podemos olvidar que cada enfermera con la que habla nuestro protagonista parece ser una herramienta del mangaka para darnos contexto de la situación. Esto último es especialmente destacable teniendo en cuenta que en este tomo tenemos presencia tanto de Akagi como de la enfermera de la UCIN.
Respecto al dibujo de Shuho Sato, no hay mucho más que decir más allá de lo comentado en nuestra recomendación. Sabe transmitir muy bien la comedia más visual (con las divertidas muecas de los personajes) y los momentos más dramáticos, como la vida de los Tanabe o la voluntad de los bebés. Creemos que es un elemente que siempre destaca en este manga y que esperamos que siga mejorando en futuros tomos.

Cerrando el expediente médico por hoy, el volumen 3 de Give my regards to Black Jack sigue intentando establecer las bases de una muy buena obra, aunque con algún pequeño traspiés. No dudamos de su prometedora calidad ni de cómo trata sus temas, pero sí pensamos que va a tener que inyectarse con un poco más de fuerza para no quedarse estancada en lo mismo.
¿Qué os ha parecido a vosotros? Quizás estemos pidiéndole presteza a una obra de la que todavía nos quedan por leer alrededor de 100 capítulos, pero, como se dice, más vale prevenir que curar. Esperamos vuestras opiniones en los comentarios o por redes sociales.
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