¡Bienvenidos de nuevo, lectores de Hanami Dango! Hoy os traemos nuestra crítica de Lazarus, el más reciente anime de Shinichiro Watanabe. Como todo trabajo de este afamado director, la serie generó altas expectativas, y más cuando su autor se había dedicado a venderla como su próxima obra maestra. Aun así, no parece haber convencido del todo a los fans.
¿Es Lazarus una serie mediocre? ¿Por qué no ha triunfado? A lo largo de este artículo revisaremos este ambicioso trabajo e intentaremos buscar respuestas a estas preguntas.

Estudio: MAPPA.
Episodios: 13.
Estreno: 6 de abril 2025 (JST).
Director: Shinichiro Watanabe.
Fuente: original.
Géneros: acción, suspense.
Simulcast: HBO Max.
En el año 2048, el genio científico Deniz Skinner desarrolló un analgésico revolucionario conocido como Hapna. Su eficacia, bajo coste y ausencia de efectos secundarios hicieron que su uso se extendiera rápidamente por todo el globo, llegando a ser considerado el medicamento que libraría a la humanidad del sufrimiento. No obstante, por motivos desconocidos, su creador desapareció sin dejar rastro poco después de darlo a conocer.
Al cabo de un tiempo, Skinner reaparece portando noticias de repercusiones apocalípticas: Hapna fue diseñado para mutar pasados 3 años y convertirse en una toxina letal para todos aquellos que lo hubiesen consumido. Él es el único que conoce la cura y solo la revelará si alguien encuentra su escondite.
Quedan 30 días para que comience la erradicación de la humanidad y cierta persona está reuniendo a un grupo de gente con habilidades excepcionales. El nombre de este grupo es Lazarus y su misión es encontrar al doctor Skinner para detener el fin del mundo.
Una búsqueda con algún que otro tropiezo
Lazarus se presenta como un anime de acción y suspense que gira en torno a la búsqueda del gran «villano» de la historia. La dinámica sigue un patrón redundante bastante simple: los héroes descubren una pista, se movilizan para investigarla y en el proceso se enfrentan a los obstáculos que van encontrando.

Este patrón tiende a seguir un proceso de ensayo y error, con reiterados retornos al punto de partida. Es decir, no todas las pistas hacen avanzar la trama, al menos no de forma clara, y eso hace que durante buena parte de la historia no haya un desarrollo demasiado lineal. Esto le da a la serie un carácter casi episódico que está muy en consonancia con el estilo de su director —recordemos Cowboy Bebop, Samurai Champloo, Space Dandy…, todas con dinámicas similares—, pero que nos deja con la duda de si habría funcionado mejor con una estructura más hilada.
Esto por sí solo no tendría por qué ser un problema, pero Lazarus también peca de cierta inconsistencia en su guion. La serie parte de una premisa interesante, pero los pequeños elementos que hacen avanzar la historia —los descubrimientos, la aparición de nuevas pistas, las conexiones entre eventos— no siempre están bien encajados y a veces resultan un tanto azarosos.
La decadencia humana no tiene cura
Como decíamos, Lazarus parte de una buena idea. La historia transcurre en un futuro cercano en el que los avances tecnológicos no consiguen disimular la cruda verdad: el ser humano sigue acusando los mismos defectos, tropezando una y otra vez en los errores del egoísmo y el cortoplacismo. Aun cuando el fin del mundo es inminente, el beneficio inmediato y la supremacía sobre otros continúa siendo, para muchos, la hoja de ruta prioritaria. La existencia de una «cura contra el sufrimiento y la infelicidad» no parece haber afectado a la naturaleza humana.

En su pilla-pilla de proporciones catastróficas, Skinner ha creado una especie de escape room donde cada nueva pista pone de relieve alguno de los problemas que padece la sociedad. Así, la obra recorre temas como la desigualdad económica, el ecologismo o el belicismo. Todos ellos, problemas de un futuro posible, pero que no dejan de ser los de nuestro presente real.
Este énfasis en la crítica social es una de las mejores bazas que podemos esgrimir en favor de la serie. Además, Lazarus no se conforma con poner de relieve estas grandes problemáticas de impacto global, también se guarda cartuchos para criticar —a veces de forma más directa, otras más velada— la actitud pasiva de una sociedad que vive para el disfrute frívolo, consume drogas para huir de la realidad y muestra sumisión intelectual ante la capacidad de las inteligencias artificiales.
Podría contraargumentarse que la trama se dispersa de forma excesiva, tocando demasiados temas sin llegar a profundizar lo suficiente en ninguno. Es cierto, pero lo realmente importante es el mensaje central que se extrae de este batiburrillo de temáticas: la puesta en evidencia de la decadencia humana, se manifieste de una u otra forma. Una decadencia que no parece tener cura, da igual lo avanzada que sea la tecnología, las panaceas que se desarrollen o las crisis que haya que afrontar.

En el fondo, el mensaje de la obra tiene un carácter bastante pesimista, porque no busca otra cosa que azuzar al espectador para incitarlo a reflexionar y que tome conciencia de los problemas que realmente importan en nuestro mundo.
Lazarus es un baile de golpes, tiroteos y saltos imposibles
Para plantear los diferentes escenarios en los que transcurre la historia, la serie recicla esquemas y tópicos habituales del cine de acción de Hollywood y los adapta a su contexto. Tenemos escenas de infiltración con tipo Misión imposible, largas secuencias de acción al más puro estilo John Wick —justificadas por motivos que pronto descubriremos—, cachivaches multiusos propios del mismísimo James Bond e incluso un poco de ese trabajo en equipo de filmes como Los Vengadores.
Nada de esto nos pilla por sorpresa, pues es bien conocida la influencia que tiene la cultura estadounidense en las obras de Watanabe. Una influencia más evidente si cabe en las secuencias de acción, que cuentan con la participación de un invitado bastante inusual en el campo de la animación japonesa. Nos referimos a Chad Stahelski, a quien muchos conoceréis por su labor como director en la franquicia John Wick.


El trabajo de Stahelski como supervisor de la acción se traduce en coreografías con un elevado nivel de realismo y detalle. Y tenemos de todo: combates mano a mano, tiroteos e incluso múltiples y muy vertiginosas escenas de parkour. El resultado es bueno, pero para ciertos gustos puede sentirse excesivo. Ser demasiado escrupuloso puede llevar, paradójicamente, a una animación un tanto artificiosa y carente de emoción, y Lazarus puede llegar a padecer un poco este problema.
Más allá del llamativo aporte del estadounidense, hay que destacar el trabajo de Akemi Hayashi como diseñadora de personajes. En Lazarus nos muestra un estilo que recuerda al que perfiló en Banana Fish y que encaja de maravilla con la estética de la serie. Ella y Tadashi Hiramatsu (Jujutsu Kaisen) son los principales adalides de una animación que está, por lo general, muy trabajada, aunque también muy enfocada a la acción.




Si bien es cierto que no todas las escenas en Lazarus destacan tanto como se esperaría, el equipo de animadores reunido por el tan prolífico estudio MAPPA ha dado buenos resultados. Aquí es donde se nota la experiencia del estudio en animes con un alto contenido de acción y con coreografías elaboradas y de estilo más realista —Jujutsu Kaisen, The God of High School—. Además, aunque fue hace años, recordemos que no es la primera vez que trabajan con Watanabe, pues ya lo hicieron con Terror en Tokio.
Un mundo al borde de la perdición también puede parecer hermoso
Hemos valorado positivamente la animación de Lazarus, aunque con ciertos reparos. Pero si hablamos de su estética, resulta mucho más fácil alabarla de forma incondicional. La serie combina el futurismo con la decadencia, la elegancia con la violencia y la belleza pura de la naturaleza con el estridente colorido de la actividad humana. Todas estas facetas florecen en el marco de la elaborada diversidad que requiere una obra que transcurre en diferentes regiones del globo.




Esta enorme heterogeneidad de escenarios ha debido de dar auténticos dolores de cabeza al equipo encargado de los fondos. Aunque, si lo valoramos desde otro punto de vista, también les ha dado una gran oportunidad para lucirse. Quizás por eso Miho Sugiura ha firmado el que podríamos considerar su mejor trabajo como director artístico hasta la fecha. Ciudades anegadas, enormes rascacielos, monumentos colosales, poblaciones abarrotadas de humanidad… Definitivamente, Lazarus es una serie que agradece pulsar el botón de pausa de vez en cuando.
Los ritmos de un futuro que no parece tener a dónde ir
Los diseños, la paleta de color y la escenografía trabajan en equipo para crear una ambientación única y atractiva. Pero quien aporta la guinda del pastel es, sin lugar a dudas, el apartado musical.
El director tenía muy claro qué tipo de banda sonora quería para este anime; pero era algo que no podía ofrecerle una única persona. Por eso Lazarus no tiene una banda sonora; tiene tres. Estas han sido compuestas por el productor, compositor y DJ conocido como Bonobo; el productor, DJ y compositor de nombre artístico Floating Points; y el compositor y saxofonista Kamashi Washington. Cada uno ha aportado su estilo, insuflando a la obra de jazz, sonidos electrónicos y solos de saxofón.

Con esto podemos hacernos una idea de la importancia que le ha dado Watanabe al apartado musical. En sus obras la música siempre tiene un papel protagonista y está claro que esta no iba a ser la excepción. Su presencia es prácticamente omnipresente e inunda toda la serie, funcionando como apoyo narrativo cuando es necesario y aportando profundidad a la ambientación el resto del tiempo.
La música de Lazarus funciona especialmente bien a la hora de subrayar el cariz emocional de la historia en su conjunto, mejor incluso que cuando tiene que definir el tono de una escena concreta. Gracias a ella, toda la obra transmite una desasosegada sensación de melancolía. Es el tipo de emoción que uno esperaría de un mundo desgastado que ya ha pasado el punto de no retorno y no puede más que desacelerar ligeramente su carrera hacia la destrucción, pero no cambiar de dirección.
La banda sonora de Lazarus es, en definitiva, la que uno esperaría de una obra de Shinichiro Watanabe. Y eso dice mucho de ella.
Buscando en el interior de los héroes
Quienes nos acompañan en esta aventura son los cinco personajes protagonistas integrantes del equipo Lazarus, así como varios secundarios de mayor o menor relevancia. Llamados a ser el alma de la serie, no podemos más que arquear una ceja en señal de recelo.

Cada uno de los integrantes del quinteto principal se encaja en arquetipos conocidos. Arquetipos que se solapan a un nivel inquietante con los del clásico reparto de Cowboy Bebop. Quienes somos fans de la obra añoramos a los viejos tripulantes de la nave Bebop, no lo vamos a negar, pero buscar nuestra complacencia no justifica la ausencia de un equipo que se sienta realmente original.
Aun así, nos habríamos ahorrado las protestas si el carisma de los personajes de Lazarus hubiese estado a la altura. Sin embargo, Axel, Christine, Eleina, Douglas y Leland no logran conectar con el espectador a un nivel íntimo y eso provoca que sus escenas importantes, aquellas que son significativas para los personajes, no lo sean tanto para el público.
Es posible que a la obra le haya faltado tiempo para su desarrollo. En 13 episodios es difícil dedicar un espacio significativo al trasfondo de cinco personajes. La serie lo intenta —eso hay que otorgárselo— con algunos episodios de dedicación casi exclusiva, pero o no es suficiente o lo que se narra en ellos no tiene la profundidad necesaria. Quizás esto explique por qué los actores y actrices de voz tampoco han logrado lucirse demasiado: los personajes que interpretan no tienen suficiente calado.

No obstante, hay ciertos momentos en los que sí logramos conectar con los personajes a un nivel más íntimo. Ocurre en las escenas que funcionan a modo de preludio en los primeros cinco episodios. En ellas los protagonistas hablan de su relación con el medicamento Hapna, y lo hacen con un nivel de cercanía que nos permite vislumbrar un poco de su yo interior. Son casi los únicos momentos en los que vemos su verdadero ser al desnudo y por eso funcionan tan bien a la hora de caracterizar a los personajes. Lamentablemente, son breves y pasajeros, por lo que saben a poco.
Una serie que se esconde en la sombra de sus predecesores
A lo largo de esta crítica, hemos ido alternando dosis de cal y de arena. Lazarus no es, en absoluto, un mal anime, pero tiene carencias y sale perdiendo si se compara con otros trabajos de su director. Sobre todo, si la ponemos frente a frente con la formidable Cowboy Bebop. Pero no hay por qué compararlas, podría argumentarse. Es cierto, el problema es que la propia serie se empeña en recordarnos, una y otra vez, a su ilustre predecesora.
En Lazarus, los paralelismos y guiños a Cowboy Bebop son prácticamente interminables. Ya hemos mencionado lo muy similares que son los arquetipos de sus personajes, pero hay mucho más. Vemos el fantasma de Bebop en la dinámica de la trama, en el opening, en la elección de planos, en los recursos visuales, en la narrativa… Es tan extremo que incluso encontramos escenas que son calcadas, al punto de que tendríamos que estar hablando de plagio si se tratase de otro autor.

Si tienes el calibre de Shinichiro Watanabe, te puedes permitir el lujo de hacerte algún que otro autohomenaje, eso podemos entenderlo. Pero enfatizar tanto la comparación de tu serie más reciente con la de tu obra maestra solo le hace un flaco favor a la nueva. No va a salir bien parada, es cavar tu propia tumba. Es convertir Lazarusen una versión desaborida de su predecesora espiritual. Por muy marcado y característico que sea el estilo del director, esto es algo que no le había pasado en sus trabajos previos.
Valoración final
Podemos calificar a Lazarus como un buen anime en términos generales, pero no acaba de funcionar todo lo bien que debería. La serie cuenta con una animación notable, una estética magnífica y una base temática y filosófica intrínsecas muy dignas. Entonces, ¿qué es lo que le falta? Aun a riesgo de sonar abstractos, creemos que lo que le falta es alma.
Por bien trabajada que esté y por muy virtuosa que sea su dirección, si una escena no logra transmitir lo que pretende, acabará fallando. Esto es un poco lo que le pasa a Lazarus. No logra que conectemos con los personajes y que nos sumerjamos en la historia, y por eso parece que le falta fuerza.

Con personajes de más calado, algunos retoquillos en el guion y —no me creo que vaya a escribir esto— un poco menos de Cowboy Bebop, probablemente estaríamos hablando de uno de los animes del año. Sin embargo, quedará como una serie más, y difícilmente pasará a la historia. De hecho, es posible que acabe siendo más recordada por su asociación con la palabra «decepción» que por su calidad real, y en realidad no se lo merece.
Con esto finalizamos nuestra crítica de Lazarus, una obra que nos ha gustado, pero no ha conseguido enamorarnos. No es el fin del mundo, seguro que volveremos a disfrutar de Watanabe en el futuro. Por lo pronto, esperamos verlo en el Manga Barcelona de este 2025, al que acudirá como invitado. ¡Veremos si nos cuenta algo sobre Lazarus!
Nos despedimos hasta la próxima. Si os gusta nuestro contenido, podéis seguir sumergiéndoos en las profundidades del blog, tenemos todo tipo de artículos. Y no olvidéis seguirnos en redes y Twitch para otro tipo de contenido. ¡Hasta la próxima!