¡Bienvenidos, apreciados lectores! Queda poco para que termine el año, pero antes de que ocurra queremos pararnos un momento a echar la vista atrás. Y es que el pasado 2023 nos dejó grandes series de animación, sobre todo durante sus meses finales. Una de ellas fue Pluto, anime del estudio M2 que adapta el manga homónimo de Naoki Urasawa, consagrado mangaka autor de obras como Monster o 20th Century Boys. En esta crítica intentaremos explicar qué hace que Pluto sea un anime tan extraordinario y qué es lo que la falta para ser perfecto.

A lo largo del artículo ahondaremos en profundidad en diversos aspectos de la serie, por lo que habrá algunos spoilers importantes. Si no la habéis visto, todavía estáis a tiempo de hacerlo. ¡Recordad que la tenéis disponible en Netflix!

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Estudio: Studio M2
Episodios: 8 de 1 hora de duración.
Estreno: 26 de octubre de 2023 (JST).
Distribución: Netflix.
Director: Toshio Kawaguchi.
Fuente: manga de Naoki Urasawa.
Géneros: suspense, misterio, ciencia ficción, acción.

El mundo se conmociona al conocer la noticia del asesinato de Montblanc, famoso robot que fue un héroe de guerra antes de reconvertirse en defensor de la naturaleza. El androide Gesicht es enviado por la Interpol para investigar el caso, que pronto escala cuando comienzan a aparecer más víctimas, tanto robóticas como humanas. ¿Quién está detrás de estos crímenes y qué es lo que lo motiva?

Una obra que se remonta al clásico originario

La historia de Pluto está basada en el universo de Astroboy, la archiconocida obra de Osamu Tezuka. De forma más concreta, se inspira y reinterpreta un arco argumental que lleva como nombre El mayor robot de la Tierra. En él, se narra la historia de un robot de enorme poder conocido como Pluto, que es enviado por su creador a enfrentarse con los siete robots más avanzados del planeta para derrotarlos y así demostrar que es el más poderoso de todos.

Urasawa le da una vuelta de tuerca a la historia convirtiéndola en un thriller detectivesco de ciencia ficción al más puro estilo Isaac Asimov. La trama gira en torno a un caso a resolver: una serie de asesinatos a manos de un ente desconocido. El denominador común de todos estos crímenes se reduce a la seña de identidad del asesino: dos astas que semejan un par de cuernos colocadas en los cuerpos de las víctimas.

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La identidad del asesino es la primera incógnita de la obra y las pistas parecen indicar que se trata de un robot. Sin embargo, varias de las víctimas eran humanas y la 13.ª ley de la robótica debería haber impedido la agresión. ¿Cómo es posible que el criminal haya matado a seres humanos pese a las innumerables capas de seguridad de los cerebros electrónicos? Solo se conoce un caso en el que esto haya ocurrido: el del robot Brau-1589. Desgraciadamente, el análisis que se realizó a este individuo no aportó luz al problema. No había errores en su programación; era perfecta.

La etérea separación entre el humano y la máquina

Pluto no se contenta con contar una inquietante historia de crímenes y detectives, también busca exponer y reflexionar sobre algunas de las cuestiones más fundamentales de la naturaleza humana. Para ello, tantea los límites que separan al humano de la máquina buscando como objetivo último determinar qué es lo que significa ser humano. Así, la obra se zambulle en el turbulento mar de la filosofía.

En el contexto en el que transcurre la historia, los robots son considerados seres sintientes y tienen derechos equiparables a los humanos, estando reconocidos por la sociedad y las leyes. Algunos, sobre todo los más avanzados, son tan parecidos a los humanos que es difícil distinguirlos, especialmente cuando comienzan a mostrar cualidades que se consideran humanas, o al menos no propias de un cerebro de silicio.

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¿Puede un robot apreciar la música? ¿Puede sentir reverencia por la naturaleza o la vida? ¿Qué podemos inferir de un androide que muestra síntomas de estrés postraumático? ¿Y de uno que sueña? ¿Puede un niño robot ansiar un juguete o disfrutar de un helado?

A lo largo de la serie se ponen sobre la mesa estas y otras cuestiones, haciendo ver lo difícil que es establecer una definición inequívoca del concepto de ser humano. Especialmente, si se pretende que esta definición deje fuera a las inteligencias artificiales lo suficientemente sofisticadas como para emular de forma perfecta nuestra conducta.

Las emociones como elemento esencial

De entre las múltiples variables que se consideran en la serie, las emociones son las que terminan ocupando el centro del debate. De forma reiterada, en la obra se pone en tela de juicio si los robots experimentan las emociones de la misma forma que los humanos, o incluso si son capaces de sentirlas realmente. Las pistas son ambiguas y ni ellos mismos parecen tener una respuesta clara. 

Tal y como recrimina Tenma a Uran, es posible que las emociones de los robots simplemente sean buenas imitaciones de las reacciones fisiológicas de los humanos, sin que ello implique necesariamente que estén sintiendo algo.

Sin embargo, también existe la posibilidad de que, a base de emular la conducta humana, los robots hayan comenzado a experimentar emociones de forma auténtica. La serie aprovecha esta ambigüedad para generar empatía hacia los personajes robóticos. Así, el tiempo que dedica a sus historias personajes no cae en saco roto y permite que las muertes que se van sucediendo se conviertan en un drama real.

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Por otra parte, en las fases finales de la historia se plantea que las emociones, especialmente las más intensas, son el motor evolutivo de los cerebros electrónicos. Es decir, aquello que puede llevarlos a ser más humanos. Así, la serie opta por aceptar que la línea que separa a la máquina del ser humano es franqueable.

Miente, Pinocho, si quieres ser un niño de verdad

A Pluto le encanta jugar con la ambigüedad, pero al final cede y nos da un asidero al que aferrarnos en forma de criterio supuestamente infalible: los robots no mienten. Esta premisa resulta ser ineficaz a la hora de identificar la naturaleza del asesino. Sin embargo, acaba sirviendo para delimitar en qué momento un robot puede comenzar a considerarse humano

En una de las escenas finales del anime, Helena pregunta a Atom acerca de los recuerdos borrados que compartía con Gesicht. Atom siente compasión por ella, un robot, y le miente para evitar que sufra. Esta es una de las escenas con más calado de toda la obra porque se manifiesta como la prueba definitiva de humanidad en un robot.

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Lamentablemente, pese a lo mágico que resulta este momento y lo bien que funciona como cierre para la serie, tiene el problema de que se basa en una premisa mal fundamentada. La norma de que los robots no mienten no se deja entrever hasta el episodio cinco y no se concreta de forma precisa hasta el seis. Que un precepto de tanta relevancia para la resolución de la trama no se mencione hasta tan tarde no es lo ideal. Peor aún, ni siquiera es consistente, pues podemos encontrar ejemplos de robots mintiendo en las fases iniciales de la historia. Este defecto, aunque pasa un poco desapercibido, deteriora un poco la coherencia global de la obra.

La dimensión sociopolítica de Pluto

La segunda gran incógnita de la historia hace referencia al motivo del asesino. Conforme se suceden los crímenes, comienza a hacerse patente que existe un denominador común: todas las víctimas han estado implicadas, de una u otra forma, en la 39.ª Guerra Centroasiática. Los robots, por su participación directa en el conflicto armado. Los humanos, como integrantes de la Comisión Bora, que se ocupó de investigar si la nación de Persia estaba desarrollando robots de destrucción masiva, tras la denuncia de los Estados Unidos de Tracia.

La obra expande así sus horizontes introduciendo una dimensión política y social. La 39.ª Guerra Centroasiática se desató por una acusación que nunca pudo probarse. Como consecuencia, la dictadura de Persia fue derrocada, pero el país quedó arrasado. Se trata de una alegoría nada disimulada de la Guerra de Irak, que había comenzado unos meses antes del inicio de la publicación del manga.

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Los paralelismos que plantea la serie tienen una función crítica de carácter antibelicista y con un talante acusatorio poco camuflado. Pone de relieve los nefastos resultados de la guerra con la suficiente franqueza como para que puedan comprenderse los traumas de los personajes, así como el odio extremo de los antagonistas. No obstante, también plantea una crítica más sutil, al representar la aprobación tácita que la sociedad parece haber otorgado a este deplorable evento.

El impacto de los androides en la sociedad

La trama se guarda un tercer enigma: los extraños sueños de Gesicht y el secreto oculto tras sus recuerdos borrados. Aunque a priori no tiene relación con el caso, este misterio cumple funciones muy importantes dentro de la obra. No solo aporta dramatismo y permite matizar al personaje, también actúa como desencadenante del conflicto interno de Gesicht, lo que servirá para encauzar los temas desarrollados en la serie de cara a su resolución.

Además, ese pasado oculto introduce al personaje de Adolf Haas en la historia, y con él descubrimos un sector diferente de la sociedad. Pese a la universalización de los derechos robóticos, no todo el mundo ve con buenos ojos la integración de los androides como ciudadanos plenos. Esta reticencia a aceptarlos como iguales, en forma de desdén y menosprecio subyacente, es algo que se aprecia en detalles dispersos a lo largo de los episodios. Sin embargo, a través de Haas descubrimos la cara más intolerante, con sectores que muestran una oposición activa, incluso violenta, hacia los robots.

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No necesariamente tiene que haber motivos ideológicos para este rechazo. Ni siquiera un odio fruto del deseo de venganza por un hecho aislado. La serie deja entrever que la integración de los robots en la sociedad puede afectar de forma radical a la vida de las personas, y no siempre de forma positiva, lo que deriva en el rechazo. 

La discriminación no es uno de los temas principales del anime y por ello no lo explora en profundidad. Aun así, impresiona el esfuerzo que hace la obra por dar las pinceladas necesarias para retratar un esbozo global de esta problemática, que es un retrato de problemas reales de nuestra sociedad.

Un mundo de robots que viven como humanos

Prácticamente todo el peso argumental en Pluto recae en personajes robóticos, teniendo a dos de ellos como protagonistas. El principal es Gesicht, que cumple el papel de detective. La complejidad de este personaje no solo se debe a su dramático pasado, sino también a su evolución a lo largo de la historia. Gesicht se ve enfrentado dos veces a la misma crisis —verse abrumado por el odio hacia el asesino de su hijo— y es capaz de obtener una respuesta diferente, no destructiva, en la segunda.

El otro personaje clave es Atom, que hereda todo el progreso realizado por Gesich y actúa como segundo protagonista al enarbolar el estandarte de héroe en la recta final de la historia. Atom es el encargado de llevar la obra a su resolución a todos los niveles. A nivel argumental, porque es quien finalmente saca a la luz la verdad de los crímenes y suprime la amenaza, aunque no sin ayuda. A nivel temático, porque tras superar su crisis personal, se da a entender que no es posible diferenciarlo de un humano real, dando respuestas a los dilemas planteados en la trama.

No obstante, Pluto cuenta con un enorme plantel de personajes y otorga una especial relevancia a los que son considerados los siete robots más avanzados del mundo, entre los que se incluyen los ya mencionados Gesicht y Atom. Gracias a sus desarrollados cerebros electrónicos, son los que están más cerca de cruzar la barrera que los separa de la verdadera humanidad. Eso los hace idóneos para explorar los temas que trata la trama y por eso la serie les dedica una buena cantidad de tiempo, retratando con diligencia su personalidad.

Ser el objetivo del asesino sirve como excusa para que la historia ponga el foco sobre estos personajes y haga hincapié en sus trasfondos. Unos trasfondos que incluyen componentes dramáticos —habitualmente relacionados con su participación en la guerra—que dan color a la trama y permiten definir el tono y el mensaje antiodio de la obra.

Los dos antagonistas, Haas, Helena, Brau-1589, los doctores Hoffman y Ochanomizu… todos estos personajes, humanos y robots, ejercen cometidos relevantes como personajes secundarios, enriqueciendo la historia y aumentando su complejidad. Pero, de entre todos, cabe destacar el papel que desempeñan Uran, como ejemplo robot de extraordinaria sensibilidad emocional, y Tenma, como exponente humano de conducta fría y calculadora. Desde polos opuestos, ambos funcionan como contrapunto comparativo a las reflexiones que se plantean en la obra.

Múltiples relatos en una única historia

En su faceta detectivesca, Pluto ofrece un puzle razonablemente sencillo, pero no regalado; el espectador tiene que dedicar un mínimo de esfuerzo a juntar las piezas en orden. Tarea favorecida por un guion fácil de seguir, pero bien escrito e hilado

Solo hay un par de situaciones en las que la historia toma algún pequeño atajo, siendo la más incómoda la conexión que se establece entre Adolf Haas y el caso de los asesinatos, mediante el vídeo del emperador Darío XIV. En esencia, la serie esconde una pista clave en una trama secundaria que era, en teoría, completamente independiente. Es una estrategia narrativa habitual y que funciona, pero resulta un tanto arbitraria.

Como obra de ciencia ficción, Pluto es mucho más compleja. Ya no solo por todos los temas que trata, sino por lo mucho que se esfuerza en retratar las diferentes situaciones y problemáticas que derivan de estos temas. Para ello ensambla subtramas cortas, casi microrrelatos, a la historia principal. El aporte es siempre significativo, pero cuajarlo todo es un trabajo delicado e implica asumir el riesgo de lastrar el ritmo de la narración.

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El equipo de producción del anime tenía claro este riesgo y por eso optaron por episodios de una hora de duración; básicamente un episodio por tomo del manga. De esta forma, buscaban minimizar el efecto de tener una trama con tanta tendencia a dispersarse. Aun así, el nivel de tensión narrativa se resiente en algunas partes. Esto hace que la historia resulte un poco lenta en ocasiones, aunque la narración en sí lleve un ritmo adecuado.

La sobrecogedora fuerza visual de Pluto

El manga de Pluto comenzó su publicación en 2003 y la idea de hacer una adaptación animada no se hizo esperar. Fue el propio Urasawa quien acudió a Masao Maruyama, productor que ya había estado implicado en adaptaciones previas de otros trabajos del mangaka (Yawara!, Master Keaton y Monster). Maruyama, que había comenzado su carrera en los años 60 con Astroboy, no podía dejar la oportunidad de volver a reunirse con el mítico niño robot.

Sin embargo, en el sistema de formato televisivo predominante en la época no había cabida para un plan viable que le hiciese honor a una obra de esta magnitud. Hubo que esperar a la proliferación de las plataformas digitales, que permitían otros ritmos de producción y mayor flexibilidad en la duración de los episodios, para que fuese posible. Aun así, entre la planificación y la producción, necesitaron 10 años para sacar este anime adelante.

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La serie está animada por el estudio M2, que fue fundado en 2016 por el propio Maruyama tras su marcha de MAPPA, y a nivel técnico es sencillamente impecable. El tiempo dedicado a la planificación y producción ha dado sus frutos, desde luego, pero buena parte del mérito se debe a la calidad del staff implicado. Empezando por su director, Toshio Kawaguchi —más conocido por su carrera como animador—, que ha orientado la adaptación hacia un estilo que destaca por su aplomo y solemnidad, pero sin perder un ápice de intensidad.

Shigeru Fujita (Monster) también ha dejado su impronta con sus característicos diseños de personajes realistas y fuertemente expresivos, que imponen su presencia en cada plano cercano. Dar vida a diseños de esta complejidad ha sido tarea de un equipo de mucha experiencia y renombre, con nombres como los de Yoshinori Kanemori, Kunihiko Sakurai o Takahiro Umehara liderando el equipo de animación.

Como resultado, tenemos un anime que es consistente, detallista y que sabe cómo llenar cada escena. Todas estas son cualidades que brillan en secuencias más sosegadas e incluso en planos estáticos, ambos abundantes en la serie. Aun así, Pluto también cuenta con algunas escenas de acción destacadas, que ponen el énfasis en expresar fuerza, más que velocidad. Para recalcar esta característica, los fotogramas más importantes del movimiento están especialmente acentuados, mientras que en las transiciones los contornos aparecen desdibujados. Un recurso curioso e inusual, pero que funciona. 

El apartado artístico está dirigido por Chikako Shibata (Toradora!, When They Cry), otro maestro con una carrera nada desdeñable. Él y su equipo han dotado a Pluto de una estética profunda y bella al mismo tiempo, que otorga un enorme peso a la luz y al color. Hay multitud de escenas en las que el arte no solo acompaña, parece tener un afán pictórico en sí mismo y el resultado es espectacular.

Además, la serie también hace gala de un extraordinario trabajo de escenografía. Predominan los escenarios de ciudades con una muy cargada y exuberante infraestructura futurista. No obstante, como la historia transcurre a lo largo de diferentes lugares del planeta, los diseños se moldean a los distintos entornos con mucha soltura y creatividad. Cabe destacar que, aunque la escenografía del anime se fundamenta en los espectaculares dibujos de Urasawa, no desmerece para nada el trabajo original.

El paquete audiovisual se completa con la más que notable banda sonora de Yūgo Kanno (Psycho-Pass, saga de Jojo’s Bizarre Adventure). Con su música ha sabido encapsular la omnipresente tensión de la historia. Abundan los ritmos pausados pero inquietantes, con temas intensamente emotivos que afloran en las escenas críticas. Es el tipo de banda sonora que no busca destacar por sí misma, que se centra más en modular la ambientación de la obra que acompaña. Sin embargo, su calidad hace que no pase desapercibida.

Valoración final

Pluto ha sido uno de los mejores animes de 2023 y podría ocupar el pódium sin importar el año en que la colocases. Es una serie a la que resulta difícil achacarle fallos, es prácticamente impecable. Las pocas imperfecciones de las que se le puede acusar se deben a su encomiable afán por intentar abarcar todo lo posible. No se contenta con llevar la trama del inicio a la resolución; por el camino encuentra momentos en los que abordar otros temas, hacer crítica social o desarrollar a sus personajes con cuidado y esmero. Más que un defecto, habría que considerarlo otra de sus virtudes.

Virtudes como su profundidad filosófica, que porta mensajes importantes y de mucho calado. Su faceta detectivesca puede parecernos más o menos interesante, pero no es lo relevante de la obra. Son sus reflexiones sobre la naturaleza humana, el odio y la guerra lo que debería poner nuestro cerebro a funcionar. Son esos los temas que merecen la pena tener en cuenta.

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Necesitamos más animes como este y no solo por lo bueno que nos pueda parecer. También, porque es un trabajo en el que se ha apostado por hacer las cosas bien en todo momento. Ha optado por mantener un buen hacer tenaz y constante, en vez de caer en la tentación de crear unas pocas escenas de animación espectaculares con las que atraer al público de forma más fácil. El resultado habla por sí solo: toda la serie es magnífica.

Hasta aquí llega nuestra crítica del anime de Pluto. Hemos intentado analizar la obra a fondo, pero queremos conocer vuestras opiniones. ¿Os ha parecido tan buena como a nosotros? Si no lo habéis hecho ya, daos un paseo por la web, que seguro que encontráis algún artículo que os llama la atención. ¡Hasta la próxima!

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