¡Siempre es un placer reunirnos una vez más, queridos seguidores de Hanami Dango! Hoy regresamos a estos lares para comentaros una novedad muy interesante de Sekai Editorial, The Death Defying Negotiator M, de Shuho Sato, al que seguro que reconocéis por la tan famosa y querida obra Give My Regards to Black Jack. Y por su secuela, New Give My Regards to Black Jack.

Título: The Death Defying Negotiator M
Autor: Shuho Sato.
Editorial: Sekai Editorial.
Género: Acción, misterio.
Páginas: 258 páginas en B/N + 10 páginas a color.
Precio: 9€.
Nuestra trama arranca cuando asistimos a una partida de Mahjong en la que vemos como Jiro Sakamoto, que más tarde descubriremos que es nuestro protagonista, no deja de perder. Curiosamente, a pesar de este hecho, es reclutado por Majima Akira, quién le desvela que trabaja como negociador, más bien en realidad, como recaudador de deudas.

Acompañándole, llegan a un lugar donde está el cliente que deben salvar, llamado Takeda. Finalmente, consiguen cumplir su cometido, pero al precio de que es Jiro quien debe disparar a Majima cobrándose su vida a cambio de la de Mitsu Takeda, que ha conseguido escapar mediante este pacto. Arranca así una pregunta que será recurrente a lo largo de la obra y que también encaja con la otra gran obra conocida de Sato, ¿qué es la vida?

¿Qué te hace vivir? ¿Para qué sirve? Son preguntas que torturan a nuestro protagonista que intenta seguir adelante tras asesinar a Majima mientras se entrega a un bucle de trabajar y seguir apostando al mahjong. Desesperado, decide volver a contactar con el taxista Takeda en busca de respuestas, preguntándole quién era Majima y de qué se conocían.
Takeda le desvela entonces que se conocían desde hace diez años gracias a haber coincidido ambos en la prisión de Chofu, él por pequeños robos, Majima por asesinato. Allí le muestra la oficina que tenía, donde se puede observar una mesa con piezas de mahjong, al que también solía jugar Majima, como vemos al principio de la historia.
Jiro intenta descubrir más cosas del difunto Majima mientras le sigue persiguiendo el carcome de dar sentido a su existencia. Resulta interesante aquí una de las reflexiones que lanza el autor, aludiendo a que las mujeres sentimos la vida cuando damos a luz, pudiendo entenderse en un sentido literal. Los hombres, por el contrario, de acuerdo con su reflexión, únicamente la sienten cuando están próximos a perderla.
De esta manera, Jiro averigua que el culpable de toda la serie de acontecimientos que condujo al enfrentamiento con el clan yakuza Uehara y a la muerte de Majima es Masami Kondo. Pues fue Kondo quien aludió, pistola en mano, a que alguien debía fallecer esa noche a consecuencia de la partida y de la liberación de alguno de los allí presentes.
Takeda trabajaba para Kondo y un día, a raíz de relacionarse con Minako, mujer y cómplice de él, acaba secuestrado y torturado, hasta que aparecen Jiro y Majima para liberarle de la trampa. Después, se nos muestra el funeral de Shigeru Haruyama y se nos explica la estructura jerárquica de la familia. Primero, lidera el clan Uehara, luego irían los clanes vasallos, es decir, el de Kondo y el Haruyama. Esta ramificación normalmente se sustenta con varios enlaces entre los oyabun y los distintos kobun que acaba habiendo, aglutinando a los distintos grupos bajo el “estandarte” de una familia. Quienes, por ejemplo, hayáis visto El Padrino o estéis familiarizados con la mafia italiana os daréis cuenta de que todas siguen una organización muy similar.
Jiro observa que tanto el fallecimiento de Shigeru como el de Majima están muy próximos cronológicamente y se le ocurre pensar que quizá Kondo ha intercambiado los cuerpos. En medio de sus cavilaciones, el propio Kondo se personifica en el despacho de Majima con sus secuaces dispuesto a terminar con la vida de ambos.
Existen dos tipos de personas. Las que mandan y las que obedecen. La escoria no necesita tener emociones.

Pero Jiro engaña a Kondo haciéndole saber que es consciente de que él ha orquestado el asesinato de Shigeru, algo prohibido en el mundo de la yakuza y que le costaría una guerra interna y su persecución por atentar contra la propia familia. Kondo, quien por su actitud nos deja entrever que, efectivamente, es culpable, deja marchar a Jiro. Ante la amenaza de nuestro protagonista, su máxima preocupación es destruir las cartas que Jiro ha dejado y que podrían probar estos hechos ante el jefe del clan yakuza, Moriyama, logrando su expulsión. Pero lo que desconoce en ese momento es que Jiro le ha engañado tirándose un farol y que no ha escrito las supuestas cartas.
No obstante, para cuando se vuelven a encontrar, Jiro ya ha escrito realmente las cartas y así se las muestra a Kondo para amenazarle.
«Parece que os he subestimado a ambos.»
«Más bien, confiabas demasiado en ti mismo.»
Kondo le explica que Shigeru intentó ascender a costa de humillarle y que aquello le supuso una ofensa imperdonable que le condujo a su asesinato. Tras explicarse, intenta comprar el silencio de Jiro, quien se niega en rotundo. No se fía de él y, lo que, es más, le acusa de cobarde y de poco yakuza.
Para resolver el conflicto, se acuerda una partida de Mahjong. Si Jiro gana siete veces, arruinará a Kondo, tal y como quiere. Si, por el contrario, gana Kondo una sola vez, Jiro morirá. La garantía durante la partida será el taxista Takeda, que se encuentra herido en una cama, como rehén.

Por cada partida que gane nuestro protagonista, la cantidad de la ganancia se duplica. La primera vez, ganará 20 millones de yenes, la segunda, 40 millones, y así sucesivamente. Mientras tanto, Takeda está convencido de que el desarrollo de los acontecimientos obedece a un propósito de Majima y que no es casualidad que eligiera a Jiro. Además, propone echar una partida de mahjong a su secuestrador-guardián.

Jiro… Nosotros no somos la justicia. Nosotros somos quienes matamos a Majima, por eso nos obcecamos con ello. Pero ¿aquel que comete un crimen…? ¿…Merece seguir viviendo? Por eso nos obsesionamos con aquel crimen. ¡Uno no expía sus pecados solo viviendo!
En el clímax de la partida, se personifica el jefe Moriyama, el cual ha sido llamado por Takeda, para hacer de testigo en la partida entre Kondo y Jiro. Takeda le ha explicado por teléfono que, si acudía a la cita, descubriría quién es el verdadero asesino de Shigeru. Moriyama solo pone dos condiciones, que no investigará por qué esta teniendo lugar el duelo y que todo se decida en la cuarta ronda.

Lo que domina el juego… No son la habilidad ni la suerte. Sino la fuerza puesta en ganar… Soportando todo ese miedo a perder. Aquel que… Tiene la fuerza de sobrepasar sus límites.
Jiro entonces confiesa que su obsesión no es realmente destruir a Kondo, que también, sino ponerse en las carnes de Majima y averiguar qué fue lo que sintió realmente aquel día. Y entonces… ¡Asistimos al desenlace de la obra! Con unas viñetas muy oscuras que nos transportan a la tensión psicológica y violenta de la obra, junto a las líneas rectas y duras avivan aún más la sensación de siniestralidad y angustia que atraviesa el protagonista a través de sus vivencias. Todo ello con un negro que siempre domina claramente el dibujo y con poderosos paneles sin diálogo, pero dibujados con suma maestría. Con unas profundas y místicas reflexiones, asistimos a una filosofía exquisita y sublime a través de una narrativa que te atrapa y te hipnotiza.
Cabe destacar, también, todas las explicaciones técnicas a lo largo de las páginas que nos ayudan a entender la trama y que nos introducen más dentro de ella al permitirnos entender las dinámicas de las partidas.
Pero sin ninguna duda, lo más exquisito de la obra es como el miedo se convierte en la fuerza motora de la obra. El miedo paraliza al protagonista, forzándole a detenerse, más después de matar Majima. Pero después es el que le hace buscar respuestas, buscar venganza, buscarse a sí mismo. El miedo le conduce a volverse algo y alguien, que no sabemos si mejor respecto a quién era. Pero sí desde luego, diferente. El miedo le lleva a cuestionarse qué es la vida objetivamente, pero también qué es para él a nivel subjetivo.
Al final la muerte en la obra no representa más que un alivio, un analgésico de la conciencia. Lo cual enlaza con una raíz muy profunda de la cultura japonesa, pues en sus ojos es una recuperación del honor. Para los japoneses a veces la única manera de reponerse de una deshonra es matar… ¿Pero acaso eso no es una salida rápida? ¿Qué digestión y duelo de la moral hay ahí? Es una entrega a la nada, una goma de borrar. Y eso es lo que nos muestra Jiro al final de la obra, una reflexión real, dolorosa, metafísica y existencial.
Por todos estos motivos, no podemos dejar de recomendaros The death defying negotiator M, ya que, desde luego, diríamos que marca un antes y un después. Esperamos de corazón que hayáis disfrutado de la reseña y os animéis a darle una oportunidad. Y como es costumbre, esperamos con ilusión vuestros comentarios tanto por aquí como por nuestras distintas redes sociales. ¡A seguir leyendo, muchachos!