¡Bienvenidos, seguidores de Hanami Dango! A lo largo de los últimos meses hemos estado viviendo una verdadera explosión del anime en todo el mundo. Ya sea por los juegos olímpicos de Tokio del pasado agosto o por el fenómeno Guardianes de la noche: El tren infinito, lo cierto es que la animación japonesa está mucho más presente en nuestra vida diaria que hace 10 años.
Lejos de querer analizar el increíble crecimiento y expansión cultural que ha tenido el anime (eso lo dejaremos para otro momento), nuestra intención con este post es repasar el funcionamiento de esta industria desde el punto de vista organizativo y económico. También contestaremos a preguntas como ¿por qué los episodios de los animes duran 20 minutos? o ¿cómo se reparten los ingresos de un anime? Así que, si queréis respuestas a todas estas cuestiones, abrochaos los cinturones. ¡Empezamos!
Recientemente hemos percibido que, tanto los seguidores más acérrimos de la animación japonesa como los recién llegados por los acontecimientos ya mencionados, rara vez conocen o comprenden el funcionamiento total de esta industria.
Esto se debe a varios motivos, como la distancia cultural y geográfica que nos separa de Japón o el desconocimiento generalizado sobre el funcionamiento de las industrias culturales, como la música o el cine.
De cualquier forma, tanto si llevas muchos años viendo anime como si acabas de descubrir sus maravillosas animaciones, os invitamos a recorrer con nosotros las entrañas de esta apasionante industria.
¿Por qué se produce anime?
En este primer apartado, lo primero que tenemos que clarificar es que el anime, al igual que el resto de industrias culturales asociadas al entretenimiento, es un negocio moderadamente lucrativo. Japón es posiblemente uno de los países de Asia en los que más asentado se encuentra el capitalismo y la sociedad de consumo. Por tanto, si un anime no ofrece una mínima garantía de rentabilidad, no se produce.

La producción de un anime conlleva una gran inversión, tiempo y sacrificio que, en el peor de los casos, puede arruinar a cualquier empresa independientemente del éxito de sus animaciones. Por ese motivo hablamos de un negocio moderadamente rentable pues, si bien puede ser muy lucrativo, también es más sacrificado que otros mercados de la industria cultural.
Lo segundo que queremos señalar es que el dinero que genera un anime no recala únicamente en un autor, estudio o televisión. Como en el proceso de fabricación de cualquier otro bien de consumo, cada eslabón de la cadena de producción añade valor al producto y cobra en consecuencia.
Aun así, …
Cabe matizar que la situación que hemos descrito puede variar en función de la naturaleza del anime. Mientras que en las series “los creadores” (productores y estudio) cobran al vender su anime a televisiones o plataformas, en las películas suelen recibir un porcentaje de los ingresos de taquilla.
En tercer y último lugar, esta industria, como cualquier otra, necesita una idea y financiación para ponerse en funcionamiento. Por poner un ejemplo, si nuestra idea fuese producir más de 9000 dakimakuras diarias, probablemente necesitaríamos dinero para comprar una máquina capaz de soportar ese volumen de producción. Sin esa inversión inicial, la idea es solo una idea, inmaterial e intangible.
La idea
Con lo explicado en el apartado anterior, vamos a repasar cómo una idea se acaba materializando en la producción de un anime que termina por emitirse en alguna televisión o plataforma de vídeo bajo demanda.
Como os podréis imaginar, la mayoría de ideas para la producción de un anime acostumbran a venir de otros lugares de la industria cultural, como los videojuegos, las novelas o el manga. De hecho, en Japón suele ser lo más común, pues el número de ventas de estos productos es un medidor de popularidad que asegura a las compañías un número de espectadores potenciales.
Obviamente, esto no es matemática pura. Existe una gran variedad de casos de adaptaciones al anime que alcanzaron el éxito proviniendo de mangas poco populares y viceversa. Aun así, es bastante curioso ver que absolutamente todos los mangas más vendidos durante la primera mitad de este 2021 tienen o tendrán (están ya confirmadas o en producción) adaptación al anime.
De cualquier forma, existen otros factores que pueden dificultar la adaptación de una obra al anime, como el propio contenido de la obra, la titularidad de los derechos de la adaptación de la misma y la plataforma o televisión de destino. Por tanto, no todo es popularidad o éxito, pues cada obra está sujeta a unas particularidades muy concretas.
Por último, no podíamos olvidarnos de los estudios y productoras que, en lugar de acudir a una fuente ya existente, deciden apostar por un anime original. En estos casos, pueden ocurrir las siguientes situaciones:
1.º – Una productora, con capacidad económica, contrata a un estudio para que desarrolle una idea. Por ejemplo, la reciente Star Wars: Visions, que es un encargo de Disney a diferentes estudios de animación japoneses.
2.º – Un estudio, con ganas de producir una idea original propia, busca financiación para materializarla en un anime. Por ejemplo, Wonder Egg Priority o Sonny Boy son ideas originales que parten de los propios estudios de animación.
Los eslabones de la cadena
Posiblemente habréis notado que en párrafos anteriores hemos mencionado a diferentes agentes o eslabones de la cadena de producción, como los estudios o las productoras. Es bastante común que los seguidores desconozcan el papel concreto que tienen la mayoría de estos eslabones pues, debido a la naturaleza de la industria, suele ser bastante complicado identificar las funciones de todas las compañías que participan en un anime.
Por este motivo, vamos a dedicar el presente apartado a describir de manera ordenada y secuencial todos los eslabones que suelen participar en la cadena de producción de cualquier anime:
Productora
Es la empresa encargada de financiar la producción de un anime. Pueden ser una, varias compañías o, incluso, personas físicas que aportan capital de algún tipo. Como inversores principales, son propietarios de la mayoría de los ingresos que genere la obra, aunque el reparto de los mismos puede variar según relaciones contractuales con los demás eslabones.
Posiblemente os estéis preguntando: ¿y los autores de la obra original? ¿A caso no reciben ningún ingreso?, ¿se quedan todo los malvados productores? Lo cierto es que existe legislación que protege a los autores y que les garantiza un mínimo porcentaje sobre los ingresos de cualquier adaptación de su obra. Aun así, cabe destacar que son los productores los que ostentan los derechos intelectuales de anime, teniendo en la mayoría de ocasiones la última palabra sobre el producto a nivel económico y artístico.
También, como dato curioso, este eslabón de la cadena no debe confundirse con el departamento de producción del anime, que trabaja dentro del estudio. Ellos forman parte del equipo que elaborará la animación y se encargan de conseguir todos los recursos necesarios para la elaboración de las animaciones. En definitiva, estos productores solo gestionan el capital ya aportado por la productora.
Ejemplos de productores que gestionan capital
Toshio Suzuki (Estudio Ghibli) Sayaka Kanamori (Keep Your Hands Off Eizouken!)
Estudio
Es la empresa encargada de desarrollar la animación a partir del capital aportado por la productora. Esta sería la encargada de contratar a todo el equipo artístico y técnico necesario para producir el anime al 100%. Son los que convierten la idea en una animación tangible.
Como curiosidad, cabe destacar que los estudios pueden encabezar la producción o apoyar a otro estudio en la producción de un anime. Esto suele ser bastante común, pues no todos los estudios cuentan con personal especializado en todos los ámbitos o estilos de animación. Por ese motivo, en proyectos especialmente grandes, es normal que encontremos varios estudios acreditados. Por poner un ejemplo, Darling in the Franxx es uno de los animes más conocidos del estudio Trigger, pero en su producción colaboraron también A-1 Pictures y CloverWorks.

Distribuidora
Es la empresa encargada de promocionar la animación realizada por el estudio y financiada por la productora. Además, también suelen funcionar como intermediarias entre el estudio y las televisiones, cines y plataformas de vídeo bajo demanda (Netflix, Prime Video) para la adquisición de los derechos de emisión o exhibición por territorios.
¿Sabías que…?
Estas distribuidoras pueden ser las encargadas de gestionar los derechos de uso del anime para merchandising, CD, DVD/BD o figuras. Aunque estos derechos pertenecen a los productores del anime y al estudio, suele ser común que grandes fabricantes, como Bandai Namco, pueda producir el anime para conseguir los derechos para producir juguetes, figuras u otros productos derivados del anime.
Emisión (ventanas de distribución)
Es la plataforma en la que el consumidor final podrá disfrutar del anime. Tradicionalmente esto era algo reservado en exclusiva para televisiones y cines, pero, con la llegada de las plataformas de vídeo bajo demanda, el panorama ha cambiado sustancialmente.
Como curiosidad, la división en temporadas (invierno, primavera, verano y otoño) deriva de la organización de la programación propuesta por las cadenas de televisión japonesas. Esta distribución responde a la tradición cultural japonesa que, en última instancia, determina en qué momentos hay más gente viendo la televisión. Esto tiene una relación directamente proporcional con la cantidad de ingresos por publicidad que puede recibir la cadena y, por tanto, la programación se organiza en consecuencia.

Por consiguiente, esta idiosincrasia es la culpable de que los animes suelan desarrollarse a lo largo de una de las citadas temporadas y acostumbren a tener entre 11 y 14 episodios de 20 minutos de duración.
No parece tan complicado…
Lo cierto es que con este pequeño resumen es bastante sencillo entender cómo se desarrolla todo el proceso de producción de un anime. La productora financia, el estudio elabora la animación, la distribuidora promociona y las televisiones/plataformas emiten.
No obstante, la dificultad radica en que todas estas relaciones se encuentran sujetas a contratos y situaciones concretas que derivan en una enorme cantidad de posibilidades diferentes. Además, debido a las características de la industria japonesa, la mayoría de empresas relacionadas con la industria del entretenimiento funcionan dentro de grandes oligopolios, complicando aún más la distinción de todos estos eslabones.

En el caso de Kaguya-sama: Love is War, por ejemplo, la productora Aniplex se encarga de distribuir a través de Funimation el anime elaborado por A-1 Pictures. En este caso, no solo Aniplex aglutina 2 eslabones de la cadena (producción y distribución), sino que el resto de compañías y la propia Aniplex pertenecen a Sony. Por tanto, a excepción de algunos derechos que pudiesen mantener la editorial del manga original y su mangaka, prácticamente todo el dinero generado por este anime va a parar a Sony.
Si queréis conocer más sobre el aparente monopolio que ejerce Sony sobre la industria del anime, os invitamos a echarle un ojo al post que le dedicamos a la adquisición de Crunchyroll por parte de Funimation (Sony).

Por poner otro ejemplo distinto, Violet Evergarden es la adaptación de una novela ligera publicada por la editorial de Kyoto Animation. Kyoto Animation, como estudio de animación, decide adaptarla al anime y necesita encontrar productores o inversores para conseguir financiarla.
Para conseguirlo, delega la producción del anime en su productora habitual, ABC Animation, y consigue la colaboración de Lantis (sello musical) y Pony Canyon (distribuidora de video doméstico). No obstante, pese a formar parte de diferentes eslabones del proceso, todas estas compañías son acreditadas como productoras, pues aportan trabajo en lugar de dinero a cambio de una serie de derechos sobre el anime (ingresos).
Además, Kyoto Animation negoció directamente con las plataformas de vídeo bajo demanda los derechos de emisión de Violet Evergarden, llegando a acuerdos con Funimation y Netflix en diferentes territorios. Como consecuencia, si tiramos de la manta, nos encontramos con que el pastel de Violet Evergarden se lo han repartido entre Kyoto Animation, Sony (Funimation), Netflix, Bandai Namco (Lantis) y Fuji TV (Pony Canyon).
En conclusión
Como habéis podido deducir de los ejemplos anteriores, cada anime, aunque cuentan con los mismos eslabones en su cadena, tienen unas características y particularidades únicas desde el punto de vista económico y de producción.
Por ese motivo, en según qué proyectos, la producción de un anime puede ser un reto verdaderamente imposible, pues los ingresos pueden bifurcarse tanto que al final todas las empresas implicadas apenas ganan dinero. De ahí que muchas continuaciones o secuelas de nuestros animes favoritos, como la de No Game No Life, nunca se hayan materializado.

Además, a esto hay que añadir que, aunque el consumo de anime a nivel planetario se ha doblado en los últimos años, hay una grandísima parte del mercado que continúa bajo la bandera pirata. Aunque las autoridades japonesas están siendo mucho más restrictivas y sus distribuidoras hacen verdaderos esfuerzos para traer los animes a occidente lo más pronto posible, siguen siendo muchas las personas que consumen anime de forma ilegal.
Sabiendo que parte de los animes de temporada siguen sin estar presentes en plataformas legales, queremos aprovechar estas últimas líneas para invitaros a consumir todo el anime que podáis de forma legal.
Cada vez que se piratea un anime se pone en riesgo a los eslabones más vulnerables de la cadena, las compañías independientes que no pertenecen a megacorporaciones como Sony. Por tanto, participando legalmente en el consumo de anime podemos apoyar a esas productoras, estudios, distribuidoras o plataformas; que podrían producir nuestro próximo anime favorito.

¡Eso ha sido todo, seguidores de Hanami Dango! Esperamos haberos resuelto algunas de vuestras dudas relacionadas con la industria del anime. Os recordamos que podéis apoyarnos de manera directa en nuestra página de Patreon y seguirnos en nuestras redes sociales para más reportajes como este. ¡Nos vemos! 🍡